Síntesis

Para resumir en una imagen el efecto social que adquiere la comunicación virtual en nuestros días, visualicemos un vagón de metro de una gran ciudad, repleto de pasajeros viajando juntos en silencio y sin decirse nada, con las cabezas agachadas y mirando sin pestañear las pantallas de sus respectivos teléfonos móviles. Ante esta radiografía cotidiana alguien podrá objetar: «¡Mucho antes de que la comunicación virtual se convirtiera en un fenómeno social, los pasajeros de un vagón de metro tampoco se hablaban!». Es cierto, puesto que el proceso de la individualización afecta a la sociedad postindustrial desde hace varias décadas. Pero el fenómeno social de la comunicación virtual ha conseguido que los viajeros de un vagón de metro ¡ya ni siquiera se miren!

En el transcurso de los siglos la sociedad ha atravesado por etapas que han ido despojando al individuo de la circunstancia de ser un ser social para convertirlo en un ser individual. Entre ellas cabe destacar la modernidad, la Revolución industrial, la división del trabajo y más recientemente el auge del neoliberalismo —que no reconoce más vínculos que el que se establece entre el consumidor y su objeto de consumo—. La conclusión a la que hemos llegado en esta investigación indica que el fenómeno social que representa la comunicación virtual es una fuerza más al servicio de la individualización, encargada de despojar al ser humano de su naturaleza social para convertirlo en un ser individual que pierde de vista los objetivos comunes. Un ser solitario que agacha la cabeza, ajeno a lo que sucede a su alrededor, donde podría observar a otros que como él, también agachan la cabeza, buscando absurdamente en un instrumento construido de plásticos y metales a alguien con quien poder encontrarse.